Mercè Mas es trabajadora social de formación y activista social de vocación. La suya es una trayectoria profesional centrada en el voluntariado con y para las personas mayores, además de la dirección de servicios residenciales. Es miembro de la Comisión Ejecutiva del Consell de la Gent Gran de Cataluña, la Comisión Permanente del Consell Assessor de la Gent Gran de Barcelona y el Older Women’s Network Europe, entidades desde las cuales participa en la defensa de los derechos de las personas mayores. Responsable del proyecto “La residencia en la que me gustaría ir a vivir” de FATEC, reivindica la Atención Centrada en la Persona (ACP) como forma de garantizar el respeto a la dignidad, autonomía de decisión y derechos de quienes viven en los centros. Madre de siete hijos y abuela de diecisiete nietos, Mas cursó la carrera de Trabajo Social a los 50 años y demanda como fundamental que las personas mayores se sientan en la residencia como en casa.
Consideramos personas mayores a aquellas que tienen 65 años o más, pero muchos pensamos que esta clasificación no responde a la realidad e influye en el diseño de servicios y recursos. ¿Cómo crees que deberíamos reconsiderar este tema?
Las personas somos mayores, pues “mayores” es una clasificación en sí misma. No obstante, a mí me gusta la palabra “viejos”. Si te das cuenta, los niños pequeños enseguida dicen que ya son mayores. La vejez es una etapa más de la vida y hay que aceptarla como cualquier otra. Hay una tendencia que no me gusta, y es la etiqueta “colectivo de los mayores”. Los mayores no somos un colectivo, sino un grupo de edad. De hecho, el más heterogéneo de todos: entre una persona de 65 años y una de ciento y pico hay pocas similitudes. Está claro que el carnet de identidad no clasifica una persona. La edad cronológica es un dato estadístico entre muchos otros: la edad social, la psicológica, la económica, la que depende de la salud, etcétera. Un conjunto de circunstancias hace que el proceso de envejecimiento y la vejez sean distintos en cada persona. Una persona con buena salud, situación económica aceptable, buen entorno familiar y/o buenas relaciones sociales tiene unas posibilidades de participación y vida activa que no tiene la persona con mala situación económica, salud o entorno.
Si tuvieras que definir las principales líneas de actuación de las políticas de personas mayores hoy en día, ¿cuáles crees que son las prioridades?
En primer lugar, creo que hay que pensar en las personas vulnerables las cuales lo son por sus circunstancias o situación económica. Necesitamos que las políticas den apoyo a estas personas para que puedan envejecer con dignidad, optimizando las oportunidades de bienestar físico, social y mental.
También eres una mujer muy comprometida con la cuestión de género. Has estado o estás vinculada a Mujeres Mundi y a Old Womens Network Europe. En cuanto a las mujeres mayores, específicamente, ¿cuáles crees que son las prioridades?
Las mujeres mayores están, en general, en peor situación que los hombres de su misma edad. Por tanto, cuando se diseñan políticas de envejecimiento es importante pensar en las diferencias de género y también, por ejemplo, en cómo las mujeres que han trabajado tienen peores situaciones económicas que los hombres que tenían un empleo parecido. Hay cantidad de mujeres que han realizado trabajos que no estaban reconocidos (en la empresa de su marido, en el campo, cosiendo o trabajando a domicilio) y sin reconocimiento en la Seguridad Social. Se le suma las diferencias en la esperanza de vida: sabemos que nacen unos pocos niños más que niñas, que hacia los 45 años la proporción de hombres y mujeres se equilibra y que después aumenta la mortalidad entre los hombres. No obstante, aunque la longevidad de las mujeres es mayor, ésta no se corresponde con un aumento de la longevidad de las mujeres en buen estado de salud.
Cuando se diseñan políticas de envejecimiento es importante pensar en las diferencias de género
Si buscas una pirámide en la que estén las personas mayores con buena salud y las con mayor índice de dependencia, no hay grandes diferencias entre los hombres y mujeres mayores que estén bien, pero sí se observa una mayor proporción de mujeres mayores que reciben ayuda de la Ley de Autonomía Personal y Atención a la Dependencia. Hay muchas más mujeres que necesitan ayuda y que están en peor situación económica. También hay muchas más viudas, porque antes era costumbre que los hombres se casaran al tener una situación económica que se lo permitiese y lo solían hacer con mujeres más jóvenes. Sabemos también que el nivel de formación entre los hombres y las mujeres mayores es distinto porque las familias priorizaban los estudios de los niños ante los de las niñas, pues se consideraba que, una vez casadas, las mujeres serían mantenidas por el marido.
En cuanto al modelo residencial en este país, hace algún tiempo que ya comenzamos a oír que se desarrollan planes de Atención Centrada en la Persona (ACP). No todo el mundo está familiarizado con lo que es y existen muchas aproximaciones al respecto. ¿Qué es para ti la ACP?
Sobre la ACP se habla todos los días y no todos los que hablan tienen claro lo que es. Para mí, la ACP no es simplemente cambiar alguna actuación, mejorar el aspecto de la residencia o sus actividades para que haya una cierta participación. Es un cambio global, es redefinir quien es el sujeto. En la residencia tradicional, los profesionales son los expertos que saben lo que quiere la persona y, por tanto, toda la organización está pensada alrededor de la idea de “yo sé lo que tú necesitas y te lo voy a dar”. En cambio, en la ACP la persona está en el centro y se respeta algo tan importante como su autonomía de decisión. Su capacidad de decidir cómo quiere o no quiere algo, o que, si ella ya no tiene capacidad de hacerlo, sean sus familiares quienes lo hagan. Se da una importancia enorme a la historia de vida de cada persona: saber cómo vivía esta persona, cuáles eran sus aficiones, cuáles eran sus relaciones y su manera de vivir para que pueda seguir haciéndolo. No sirve que a las personas se las atienda solo en las necesidades básicas de la pirámide de Maslow, ni que una residencia sea un buen hotel y una buena clínica, sino que la residencia debe ser un lugar donde vivir y en el que la persona se sienta en su casa. “Vivir en casa”, esa idea.
La residencia debe ser un lugar donde vivir y en el que la persona se sienta en su casa
Cuando yo dirigía una residencia, recuerdo el caso de un señor que estuvo ingresado en el hospital y la familia acudió desesperada a nosotros diciendo que “el tío dice que quiere volver a casa y la casa ya no la tenemos, la vendimos”. Yo les dije “¿le habéis preguntado cuál es su casa?”. Cuando lo hicieron, él dijo que su casa era la residencia. Es decir, se había conseguido que se sintiera en la residencia como en casa, lo que es fundamental. Eso supone un esfuerzo de todo el equipo, sobre todo de los auxiliares geriátricos. Tiene mucho valor porque se produjo una simbiosis entre el cambio en la participación y autonomía de decisión de las personas mayores, y la reacción y puesta en marcha de esta por parte de los profesionales.
La ACP no ha sido impulsada por las asociaciones de personas mayores sino por los propios profesionales que han encontrado en ella un marco ético en el que apoyarse para hacer estos cambios, a pesar de que de momento haya resistencia. Sigue siendo más fácil decidir lo que el otro necesita que adaptarse a lo que la persona demanda. No se trata solo de atender a unas personas que tienen necesidades sino de pensar primero en éstas y después en qué necesidades tienen, contemplando también sus capacidades: qué capacidades tiene y qué capacidades puede recuperar, porque seguro que hay muchos casos en que las circunstancias las han hecho perder pero son recuperables si se trabaja como se debe. Centrándose en cada persona con un plan individual de atención en el que ella participe o sus familiares si no es capaz y que se diseñe conjuntamente.
Y, ¿crees que estamos consiguiendo implantar el modelo? Si no es así, ¿cuáles crees que son los pasos que deberíamos dar para conseguirlo?
Esta mañana he estado en una jornada de personas que están trabajando para implantar el modelo ACP. Como digo, tienen mucho mérito los profesionales que, a pesar de los contratos que tienen y las condiciones inaceptables que establecen los convenios colectivos y en las que trabajan, están luchando para conseguir este modelo de ACP. Hay equipos que se preocupan de que sus trabajadores reciban formación por parte de un profesional con conocimiento del tema. Muchas residencias son un negocio y es difícil que el personal necesario para atender adecuadamente a las personas residentes durante las 24 horas los 365 días del año, disponga del tiempo que se requiere para hacer la debida formación. Esto no es barato y las pensiones de los españoles no facilitan que esto sea así, por eso hay que pensar en soluciones.
Muchas residencias son un negocio y eso dificulta dedicar el tiempo necesario para una buena formación en ACP
Los viejos estamos creciendo en número, sobre todo las franjas de edad más avanzada, y muchas de las personas mayores necesitaremos soportes para la dependencia, por lo que hay que pensar en soluciones que sean asequibles y que tengan el apoyo de la administración pública. Desde las cooperativas de usuarios al cohousing, en Europa aparecen modelos distintos para personas que necesitan un cierto soporte pero que todavía no están, no desean o no necesitan el soporte total que supone una residencia. Para que puedan disfrutar de buenas condiciones y buena calidad de vida necesitamos que se creen estos otros tipos de recursos.
¿Cuáles crees que deberían ser las prioridades para abordar la soledad no deseada de las personas mayores?
Primero quisiera aclarar la diferencia entre la soledad sentida, la que experimentan las personas que se sienten solas, y la soledad objetiva, la de las personas que lo están. Muchas personas mayores estamos solos debido a la viudedad u otras circunstancias familiares. No porque deseemos estar solos, sino porque queremos conservar nuestra independencia. No es una soledad deseada ya que no es igual estar solo que sentirse solo. No nos sentimos solos si tenemos unas relaciones familiares y/o sociales que nos permitan estar relacionados significativamente o de manera cercana con personas con las que mantenemos niveles de contacto satisfactorios.
Esa es para mí la primera de las prioridades: el facilitar que estas personas establezcan relaciones interpersonales que les satisfagan. Considero que una de las formas más eficientes y que influyen más positivamente en la vida y la salud de las personas que sienten soledad es el voluntariado. El voluntario no solo acompaña a la persona que se siente sola paliando su soledad, sino que reconoce a la persona acompañada su valor. “Yo estoy contigo y vengo a estar contigo no por una obligación profesional o familiar, sino porque creo en tu valor como persona; es porque te valoro que te dedico mi tiempo”. A veces, este reconocimiento produce mejoras increíbles en la persona que recibe la acción voluntaria.
El voluntariado reconoce el valor de la persona acompañada
También es prioritario realizar estudios sobre qué personas viven solas para ofrecerles los recursos que su comunidad ofrece para paliar la soledad. Hablemos un poco de soledad.
Hoy en día ya sabemos que una persona se puede sentir sola viviendo acompañada, ese sería el caso del entorno residencial. ¿Sabes si se está abordando la soledad en los entornos residenciales? ¿Cuáles crees que deberían ser las prioridades para abordarla?
Como decía un poeta, “pero es más espantosa todavía / la soledad de dos en compañía”. La soledad la sienten especialmente las personas que están en una residencia contra su voluntad real, personas que creen que este no debería ser su lugar. En muchas residencias se está abordando este problema. Si en la residencia en cuestión se está trabajando bien la implementación del modelo de Atención Centrada en la Persona (ACP), durante la elaboración del Plan Individual de Atención se habrá tenido en cuenta la historia de vida de esta persona y se habrán trabajado juntamente con ella sus gustos y prioridades. Por tanto, procurarán satisfacerlas en lo posible. Para ello es prioritario que se exija una buena formación de base de todos los profesionales, se siga una formación continuada y un trabajo en equipo bien coordinado. Creo que los profesionales que han recibido una buena formación en ACP sabrán buscar los recursos para que las personas que viven en una residencia no se sientan solas.
En un centro residencial también es de gran valor la colaboración del voluntariado. Estos/as pueden ayudar a dar más valor a las actividades ocupacionales, las festivas o de ocio, siempre y cuando actúen como soporte a los profesionales y nunca en sustitución de ellos.
Algo que nos sorprende a los de nuestra generación es precisamente la capacidad de movilización de las personas mayores hoy en día. Muchos de nosotros admiramos la movilización por las pensiones, por ejemplo. Las generaciones más jóvenes, los que tenemos entre 40 y 50 años, nos movilizamos mucho menos, ¿por qué crees que ocurre esto?
Hay una diferencia importante porque las personas de mediana edad ven la vejez muy lejos. Es curioso, por ejemplo, como el otro día estaba hablando con una señora con arrugas imponentes y pinta de ser muy mayor y me decía “a mí me preocupan los pobres viejos”. Ella no se incluía en este grupo de edad. Creo que los jóvenes o las personas de cierta edad no piensan en ello. Me preocupa eso, que mis hijos de alrededor de los 60 años no estén pensando que tendrán que cambiar o remodelar sus viviendas por otras más apropiadas. Hay que pensar en ello con debido tiempo y en España no se está haciendo.
La ayuda domiciliaria es insuficiente y actualmente se ofrece un número de horas que no permite a las personas permanecer solas en sus casas
Mientras en el resto de Europa están saliendo una cantidad de modelos de vivienda alternativos, en España esto no está ocurriendo. Creo que los mayores debemos hacer algo. Nosotros, las personas mayores, porque ya vivimos la vejez y vemos la situación de unas pensiones que no son para vivir, sino solo para no morir. Se necesita una pensión mínima para vivir con dignidad, y es necesario ver todos los problemas relacionados con la vivienda y los desahucios de personas a quienes les suben el alquiler a un precio que ya no pueden asumir. Sabemos los precios altos que tienen las residencias para dar el servicio adecuado, a los que las bajas pensiones medias en España no permiten hacer frente.
La ayuda domiciliaria es insuficiente y actualmente se ofrece un número de horas que no permite a las personas permanecer solas en sus casas. Antes, cuando una mujer se quedaba viuda normalmente se iba a vivir con una hija soltera o con sus hijos. Ahora las personas mayores quieren seguir viviendo de manera independiente. Pero claro, para eso hacen falta unas pensiones dignas y en nuestro país no solo no lo eran o son, sino que no se han adaptado al aumento del coste de la vida ni a parámetros que tengan en cuenta la vida de las personas mayores. Es decir, se debería mirar un coste de vida que tenga en cuenta la electricidad, el agua, el mercado, la vivienda y la sanidad, pero también muchos productos farmacéuticos que necesitan usar las personas mayores y que son caros, pero ya no se subvencionan desde la Seguridad Social.
Eres una mujer muy activa y luchadora en por los derechos de las personas mayores. ¿Qué te ha llevado a tener tanta presencia en este campo?
Yo estudié la carrera de Trabajo Social con 50 años. Había empezado otra carrera universitaria de joven y la dejé, me casé y tuve una familia numerosa. Decidí que mi voluntariado no era como yo quería, para mejorarlo hice Trabajo Social y empecé a trabajar con voluntarios que acompañaban a personas mayores en la Cruz Roja. En esos tiempos, hablar de voluntariado era hablar de una cosa que estaba mal vista porque era asistencial en un campo donde el Estado tenía la obligación de suplir todas las necesidades. El voluntariado estaba mal visto, pero empecé ahí y me fui enganchando al tema, vi las necesidades y seguí.
De todos los espacios y actividades que realizas en torno a la defensa de los derechos de las personas mayores, si tuvieras que escoger una, ¿con cuál de ellas te quedarías? ¿Por qué?
En este momento, posiblemente con el que llevo en FATEC: la residencia en la que me gustaría vivir. Las personas mayores somos conscientes de que hay muchas residencias en las que las personas que viven en ellas se sienten “en su casa”. Eso no es conocido y hay una visión negativa de cómo se vive en una residencia. Nosotros visitamos residencias de Cataluña y recogemos en un sumario los aspectos positivos que observamos en ellas. Ese sumario se amplía a medida que conocemos nuevos aspectos que consideramos positivos. Hacemos difusión de nuestras observaciones para que sirvan de orientación a las personas que buscan una residencia, para que conozcan en qué aspectos deberían fijarse que se cumplan. También pensamos que es útil para que otras residencias se fijen en estas prácticas positivas y las adopten.
Es bien sabido que además de ser una “activista” muy activa, también eres una mujer de familia. ¿Cómo te organizas para llegar a todo?
¡Ahora ya no tengo necesidad de llegar a todo! Eso fue en su momento. Tengo 7 hijos, 17 nietos y 2 biznietos, pero ahora ya no tengo que llegar a todo. Mi hija mayor ya se ha jubilado y, aunque los papeles de abuela y bisabuela sí los tengo y mi casa sigue siendo un lugar de encuentro familiar, ya no tengo las obligaciones que tuve en su momento. Supongo que en su día pude con todo porque contaba con un marido que me apoyaba muchísimo, que cuando decidí volver a estudiar me dio un apoyo absoluto y que colaboró siempre con las cosas de la casa si era necesario. Todas las familias numerosas se apoyan unos a otros y creo que todavía sigue siendo así.