Urge una nueva convención de la ONUN. Georgantzi

“Urge una nueva convención de la ONU para garantizar la igualdad de derechos de las personas mayores”

Abogada especializada en derechos humanos y protección social, Nena Georgantzi trabaja para AGE Platform Europe desde 2010, una red europea de organizaciones que representan a más de 30 millones de personas mayores. Su trabajo de investigación y como consultora se centra fundamentalmente en los derechos humanos, el edadismo y la intersección entre discapacidad y vejez. Ha participado en el grupo de redacción de la recomendación del Consejo de Europa sobre los derechos de las personas mayores. Su tesis doctoral trata de la necesidad de una nueva convención sobre derechos humanos en la vejez, basada en un estudio comparativo entre Irlanda, Francia y Grecia. Nena es actualmente vicepresidenta de la Alianza Global para los Derechos de las Personas Mayores.

 

Eres abogada especializada en Derechos Humanos y defensora de las personas mayores en este ámbito. ¿Crees que los derechos humanos se ven mermados con la edad? ¿Se han visto agravados a causa de la crisis sanitaria y el confinamiento? ¿Por qué?

 

Todos tenemos los mismos derechos independientemente de nuestra edad. Pero es más probable que nos veamos privados de nuestros derechos, o menos capaces de defenderlos, cuando somos mayores, porque nuestra cultura, nuestras instituciones y nuestras leyes legitiman la discriminación por motivos de edad. Todavía tenemos políticas que imponen límites de edad en el acceso a la formación relacionada con el trabajo, a pesar de que nuestro objetivo es extender la vida laboral. Excluimos a las personas mayores de ciertos exámenes preventivos de salud, a pesar de que nuestro objetivo es prevenir las enfermedades y promover un envejecimiento saludable. En algunos países, si se desarrolla una discapacidad antes de los 60 o 65 años, se tiene acceso a un sistema de apoyo relativamente bueno; pero más allá de esa edad es posible que no se tenga acceso a la rehabilitación, a un subsidio de movilidad o a la atención fuera de una residencia. Las leyes y los tribunales nacionales a menudo no impugnan esas formas de discriminación considerándolas «objetivamente justificadas».

La pandemia ha visibilizado el hecho de que nuestra sociedad a menudo trata a las personas mayores como ciudadanos de segunda clase. Si bien consideraríamos discriminatorio y una vulneración de derechos confinar a las personas en función de su raza, o negarles un tratamiento sanitario necesario debido a su género, tales prácticas, aplicadas en gran medida durante la pandemia, se consideran aceptables y no van en contra de la ley. El edadismo oscurece nuestra capacidad colectiva de percibir tales medidas como injustas y como una vulneración de derechos humanos.  Pero el edadismo no es algo nuevo, ni exclusivo a la pandemia.

 

En varias de tus ponencias y artículos afirmas que es necesario una nueva convención de derechos humanos que incluya los derechos de las personas mayores. ¿Crees que el hecho de haber sido el segmento de población más afectado por la pandemia del COVID19 y la vulneración de derechos que se han dado puede ahora allanar el camino?

 

En muchos países del mundo, la discriminación por motivos de edad no está prohibida en todos los ámbitos de la vida. A nivel de la Unión Europea, sólo la discriminación por edad en el acceso al empleo se considera ilegal, y en la práctica se aplican muchas excepciones a la regla de la igualdad por edad. En este sentido, hoy en día nuestras leyes no están enfocadas a detectar, prevenir y desafiar la discriminación por motivos de edad.  Una nueva convención de las Naciones Unidas nos daría las herramientas para desafiar todas aquellas prácticas que nos impiden vivir justamente y libremente como iguales cuando somos mayores.

El COVID-19 ha puesto de relieve las muchas y diversas formas en que nuestra sociedad merma nuestra dignidad debido a nuestra edad. El Secretario General de las Naciones Unidas solicitó a los gobiernos que mejorasen los marcos legales existentes para proteger nuestros derechos humanos cuando seamos mayores. Un total 146 gobiernos han apoyado su informe. Así que hay mucha más conciencia de la necesidad de hacer más. Pero para que esta retórica se traduzca en compromisos concretos, necesitamos más acción, más apoyo a nivel nacional por parte de las organizaciones que trabajan con las personas mayores y las representan, y por supuesto, por parte de las propias personas mayores

 

Muchos y muchas pensamos que el sentimiento de soledad no deseada y el aislamiento social de las personas mayores son un fenómeno social, y hay muchos aspectos de la organización y funcionamiento social actual que favorecen la aparición de este sentimiento. ¿Crees que actitudes edadistas favorecen el sentimiento de soledad no deseada de las personas mayores?

 

Creo que hay dos cuestiones aquí y ambas están en mi opinión – al menos en parte – relacionadas con el edadismo estructural. En primer lugar, en la medida en que nuestras sociedades presentan y tratan a las personas mayores como menos productivas, menos valiosas para la sociedad y una carga para la economía y las generaciones más jóvenes, crean barreras para su inclusión. Nuestras calles y parques no son accesibles, hay pocas oportunidades para que las generaciones se conozcan y aprendan unas de otras, imponemos la jubilación obligatoria y excluimos por la fuerza a los trabajadores mayores del mercado laboral, no brindamos a las personas mayores apoyo para que participen en la vida social de sus comunidades. Además, si las personas se sienten socialmente rechazadas, es más probable que se retiren de la vida social.

Además, existe evidencia generalizada de que las personas interiorizamos los estereotipos vinculados a la edad, algo que afecta a nuestras propias actitudes, al funcionamiento e incluso a nuestra salud cuando son mayores. Esto significa que si las personas perciben el envejecimiento como algo negativo y la soledad como algo normal en la vejez, es más probable que se aíslen más en esa etapa vital.

En otras palabras, el edadismo crea un círculo vicioso. Por el contrario, si rompemos este círculo, es más probable que creemos sociedades más inclusivas y aumentemos las oportunidades para que todos permanezcamos conectados socialmente y emocionalmente a todas las edades.

 

El Gobierno de España ha anunciado recientemente que reformará el Código Penal para incluir el edadismo como delito de odio. ¿Crees que medidas como ésta serán efectivas para concienciar a la población y reducir la discriminación por edad?

 

Creo que las reformas jurídicas, como la que se propone en España, son importantes porque ilustran una mayor conciencia de la discriminación por edad como una forma de discriminación errónea y perjudicial, que puede tener efectos devastadores en las personas (por ejemplo, incitar a la violencia) y en la sociedad en su conjunto. Sin embargo, para eliminar la discriminación por motivos de edad, debemos hacerla ilegal en todos los ámbitos de la vida y crear una obligación para nuestros gobiernos de abolir todas las leyes y políticas discriminatorias. Al mismo tiempo, como sociedad necesitamos revisar nuestras percepciones del envejecimiento y replantearnos la atención, el reconocimiento y el apoyo que nos damos mutuamente cuando somos mayores.

 

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