Laura Fernández tiene 21 años. Siempre ha tenido un especial interés por las persones mayores, algo poco habitual entre la gente de su edad, y desde hace casi tres años es voluntaria de Amigos de los Mayores en Vilanova i la Geltrú. Acompaña a Pepi, que vive en una residencia y con quien comparte los beneficios de las relaciones intergeneracionales. Los espacios que mezclan personas de distintas generaciones favorecen las relaciones y combaten la soledad. El contacto intergeneracional mejora las actitudes de los y las más jóvenes hacia los y las más mayores, disminuyendo estereotipos negativos. También ayuda a entender mejor el propio proceso de envejecimiento y ciclo de la vida. A su vez, sirve para cambiar la concepción que pueden tener las personas más mayores hacia las más jóvenes.
Antes de empezar tu voluntariado, ¿eras consciente de la soledad de las personas mayores?
No. La verdad, no era consciente hasta que hice el grado medio de dependencia. Creía que las personas mayores tenían a su familia, pero luego te das cuenta de que no todo el mundo tiene la suerte de poder estar acompañado. Esto es una cosa que se tiene que promover más.
¿Cómo nació tu espíritu de voluntariado?
Nació de casualidad. Yo nunca me había planteado hacer un voluntariado hasta hace algo más de dos años. Vi un cartel de Amics de la Gent Gran y pensé “¿y por qué no soy voluntaria?”. Al principio me daba miedo, pero luego lo pruebas y te gusta. Además, he tenido mucha suerte con la persona mayor que me asignaron, Pepi. Creo que ser voluntaria es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.
Ser voluntaria es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida
Es el primer voluntariado que haces. ¿Te lo esperabas así?
No me lo esperaba así. Todo ha sido muy fácil, ha salido todo muy natural. Con Pepi he tenido una conexión como si fuera de mi familia. No lo veo como algo profesional, sino muy dulce. Creo que todo el mundo debería ser voluntario, no solo las personas que trabajamos en el sector social.
¿Cómo creías que sería?
Como voy a una residencia, me esperaba que la persona mayor fuera diferente y el trato más profesional. Pensaba que iría a verla, pero que habría cierta distancia y que me iba a costar conectar con la persona. Ese era mi miedo: no conectar con ella, que no le cayese bien, tuviese miedo o rechazo. Pero no, todo muy natural, el primer día ya conectamos muy bien.
¿Qué te aporta hacer voluntariado?
Me aporta mucho como persona. Ayudar a una persona también te ayuda a ti misma: aprendes a escuchar, saber de una persona, estar con ella. El voluntariado también me ayuda a pensar que hay más gente como yo que ayudan a otros y otras.
Como mujer joven y voluntaria, ¿crees que esta experiencia aporta algo específicamente a la juventud?
Sí, porque así nos damos cuenta de que no solo estamos los jóvenes, sino que hay más gente y que cada vez hay más personas mayores. Eso también nos ayuda a valorar otras cosas y a abrir la mente. Opino que a la juventud le falta el espíritu de querer ser voluntaria y trabajar con mayores. Es un ámbito que creo que es el que menos atrae, y en cambio para mi resulta el más interesante. Además, ser mayor es ley de vida: tú también vas a estar en la misma situación algún día.
Ser mayor es ley de vida: tú también vas a estar en la misma situación algún día
¿Por qué crees que no atrae a las personas jóvenes?
Porque seguramente lo ven muy habitual. Por ejemplo, la mayoría de profesionales de la integración quizá ven más interesante el ámbito de la salud mental porque no es tan común y les genera más curiosidad que la gente mayor con quien convives en tu día a día.
¿Cómo es tu relación con Pepi?
Pues al principio éramos como amigas, nos llevábamos muy bien. Ahora ya es como una persona más de mi familia. Nos lo contamos todo, salimos a dar una vuelta. Pasó de ser un trato más profesional a ser como mi tía.
¿Qué te aporta una relación de amistad con una persona mayor en comparación con una joven?
Ver la vida desde otro punto de vista. Cuando estás con una persona joven, opina y vive más o menos el mismo que tú, pero con Pepi he cambiado mi manera de pensar en muchas cosas: me aporta otros valores, me ayuda a solucionar cosas con su experiencia. Tengo una conexión tan grande con ella que a veces parecemos de la misma edad.
¿Qué crees que le aportas tu a Pepi?
Creo que le aporto energía y ganas de vivir. Ella se quejaba de que en la residencia estaba rodeada de personas mayores y ella necesitaba alguien más joven para que le ayudase a darse cuenta de que ella también lo es. La he ayudado a tirar hacia delante poco a poco. Por ejemplo, físicamente ha dado un cambio espectacular, ahora se arregla. A veces me da hasta su ropa. Podemos compartir muchas cosas. Además, Pepi es una persona muy abierta, somos las dos muy parecidas en muchas cosas.
¿Cómo animarías a la gente joven a hacer un voluntariado con personas mayores?
Hay que abrir más la mente, hay que conocer a nuevas personas. Quieras o no, siempre llegamos a ser mayores. La sensación de ayudar a una persona no te la da el dinero, sino el día a día, el trato con ella, ayudarle tanto cuando está bien como cuando está mal. Es una experiencia que os va a ayudar tanto personalmente como profesionalmente. Para el trabajo te da mucha experiencia y ser voluntario de una ONG dice mucho de una persona.
Cuando entras en una ONG, ves que hay distintas maneras de colaborar, como hacer voluntariado o donar dinero. Me gustaría que la gente colabore, que se anime. Que no se lo tomen como un trabajo; es algo muy bonito, muy personal, y que gracias a esto he encontrado a Pepi, que es una persona fantástica en mi vida.