Profesor titular en el Departamento de Sociología de la Universidad de Granada, donde dirige la Cátedra Macrosad de Estudios Intergeneracionales, Mariano Sánchez lleva más de 20 años estudiando la importancia de la intergeneracionalidad y de los programas intergeneracionales para la sociedad, el bienestar y la felicidad de las personas. Al frente de un equipo de investigación, ha dirigido la introducción de un modelo de colegio intergeneracional de Educación Primaria en tres centros escolares de Granada y Murcia, con el apoyo del Ministerio de Economía y Competitividad, la Junta de Andalucía y la Región de Murcia. Además, es investigador internacional asociado al Center for Healthy Ageing de The Pennylsvania State University (Estados Unidos), dirige el Laboratorio de Espacios Intergeneracionales y es miembro fundador del comité editorial del Journal of Intergenerational Relationships. Desde el Observatorio de la Soledad, le entrevistamos sobre la conexión entre la soledad no deseada y la intergeneracionalidad.
Oímos hablar mucho sobre intergeneracionalidad. ¿En qué consiste exactamente?
Se trata de la conexión entre distintas posiciones generacionales. En el estudio y práctica de lo que llamamos intergeneracionalidad, nuestros esfuerzos van dirigidos a un aprovechamiento intencionado de esa conexión. Es decir, nos preguntamos cómo podemos sacar el mayor partido posible al potencial que tienen las relaciones entre generaciones.
“¿Cómo podemos sacar el mayor partido posible al potencial que tienen las relaciones entre generaciones?”
¿Vivimos en una sociedad “dividida” por edades? ¿Favorece esta división el sentimiento de soledad no deseada?
Yo diría que vivimos en una sociedad bastante dividida, por edades y por otros muchos criterios. Cierta diferenciación social puede ser necesaria para organizarnos mejor en ciertos momentos de cara a lograr ciertas metas. Pero una cosa muy distinta es que esa diferenciación se convierta en una división más bien permanente y que trate de justificarse por sí misma. Esto deteriora el sentimiento del “nosotros” en favor del “nosotros-ellos” o, peor aún, de un “tu-yo” que antepone las diferencias y construye fronteras. Me parece evidente que este deterioro del que hablo contribuye, a veces, a un aislamiento que acaba conectándose con un sentimiento de soledad no deseada.
¿Ocurre esto en todas las culturas? ¿Existen culturas o sociedades en la que la intergeneracionalidad se produzca de forma natural [fluida, no forzada por factores externos]?
Todas las formas humanas de organización necesitan de contacto entre generaciones. Como cualquier otra especie, venimos al mundo porque una generación anterior nos trae. Y, además, en nuestro caso particular, los seres humanos, para salir adelante, necesitamos imperiosamente los cuidados de esa generación que nos recibe. Por tanto, la intergeneracionalidad no es una opción: está imbricada en nuestro origen. Así que la intergeneracionalidad no forzada se encuentra larvada en todas las culturas. Otra cosa distinta es la conciencia que tengamos al respecto y el valor que queramos darle a esa conexión intergeneracional originaria.
“La intergeneracionalidad está imbricada en nuestro origen”
¿Qué relación existe entre la intergeneracionalidad y el sentimiento de soledad? ¿En las sociedades donde la primera se da de forma natural, es este fenómeno menor entre las personas mayores que en las sociedades donde no?
No veo motivo para descartar que intergeneracionalidad y sentimiento de soledad puedan darse al mismo tiempo. De hecho, lo veo muy a menudo. La intergeneracionalidad tiene muchos matices, formas y niveles. Por ejemplo, yo puedo, como hijo, estar en contacto habitual con mis padres, y eso no es óbice para llegar a sentirme solo sin desearlo. La verdadera cuestión para mí es el sentido que esa relación con mis padres me puede aportar a la hora de percibirme conectado o desconectado, acompañado o solo, incluido o excluido. Por tanto, la clave no está en el mero contacto, sino en el tipo de relaciones que ese contacto puede facilitar.
“La clave no está en el contacto [con otras personas] sino en el tipo de relaciones que ese contacto puede facilitar”
Acabamos de terminar un análisis exhaustivo de datos de soledad en personas mayores residentes en Grecia, Italia, Portugal y España. Hemos llegado a la conclusión de que para explicar el sentimiento de soledad no deseada no es suficiente reiterar la relevancia del familiarismo imperante en esos cuatro países, porque las formas y la naturaleza del mismo pueden ser distintas. Es decir, que no basta con hablar de sociedades naturalmente intergeneracionales –los países nombrados, donde tanta importancia se concede a la familia, podrían ser un supuesto ejemplo de esa naturalización– para concluir que la soledad será menor. Hay que ir más al fondo: qué es lo que sucede y cómo, en concreto, entre los miembros de una familia, en lo referente a las relaciones entre generaciones.
¿Qué papel puede jugar la intergeneracionalidad en la lucha contra la soledad no deseada de las personas mayores? ¿Y en la lucha contra la soledad de los más jóvenes?
La intergeneracionalidad puede ser un cauce para ampliar el tejido de relaciones indispensable para sentirnos personas. La intergeneracionalidad nos puede anudar, a través de la combinación de edades y tiempos, de modo que nos percibamos conectados significativamente a otras personas.
Los programas intergeneracionales han demostrado que, si están bien planteados y ejecutados, son capaces de ayudar a disminuir la soledad no deseada. Esto que digo, en general, sirve para personas mayores, personas jóvenes y de cualquier edad. La intergeneracionalidad es una oportunidad para el encuentro y la interdependencia; otra cosa es que sepamos o queramos aprovecharla.
¿Cuál es tu opinión sobre los espacios intergeneracionales que se están concibiendo en los últimos años, tales como escuelas y espacios de gente mayor o guarderías y residencias? ¿Se consigue así que las personas mayores que participan en estos espacios se sientan menos solas? ¿Por qué?
Si la concepción y el aprovechamiento de esos espacios intergeneracionales son adecuados podemos lograr que algunas de las personas que los utilizan se sientan menos solas. ¿Por qué? Pues porque esas personas tendrán a mano, bajo el mismo techo, la posibilidad de contactar con lo distinto, representado en personas de otras generaciones. Este contacto con lo distinto, bien gestionado, puede traer consigo experiencias que sean fuente de reconexión y sentido cuando la persona se siente sola.
«Los programas intergeneracionales han demostrado que, si están bien planteados y ejecutados, pueden ayudar disminuir la soledad no deseada”
Por ejemplo, hemos estudiado a fondo la repercusión del alojamiento intergeneracional -en el caso de personas mayores que acogen en su hogar a alguien joven- y, sin duda, esta fórmula puede conseguir paliar la soledad no deseada.
¿Nos podrías dar algunos ejemplos de iniciativas intergeneracionales destacables en el ámbito internacional?
Tenemos los casos de Humanitas en los Países Bajos, de Judson Manor en el Estado norteamericano de Ohio, o de Shunshine Home en la ciudad china de Hangzhou. En estos tres lugares se ha optado por facilitar que estudiantes en edad universitaria vivan en un centro residencial inicialmente pensado para personas mayores.
En el barrio londinense de Tower Hamlets, personas voluntarias jóvenes han sido emparejadas con personas mayores que viven en residencias con el fin de organizar encuentros semanales que den paso a una relación de amistad, y todo ello con el objetivo de combatir la soledad. La misma entidad que puso en marcha este proyecto organiza ahora mensualmente cócteles intergeneracionales en más de una quincena de residencias de la ciudad como una manera más de evitar el aislamiento que puede alimentar la soledad no deseada.
Desde mayo de 2018 diriges una cátedra pionera en España sobre Estudios Intergeneracionales en la Universidad de Granada. ¿En qué consiste?
La Cátedra Macrosad de Estudios Intergeneracionales es una plataforma para la permanente transferencia de conocimiento entre el campo de los Estudios Intergeneracionales y la práctica de la intergeneracionalidad, sobre todo en el ámbito extrafamiliar. Nos dedicamos a investigar y aplicar conocimiento en favor de las relaciones intergeneracionales. Y lo hacemos de modo muy distinto. Por ejemplo, orientando el trabajo en el Centro Intergeneracional de Referencia que Macrosad tiene en la localidad granadina de Albolote; o asesorando a entidades que quieren apostar por la intergeneracionalidad pero que necesitan apoyo técnico para poder llevar esa apuesta a buen puerto.
Consideramos “personas mayores” a aquellas que tienen 65 años o más, pero muchos consideran esta clasificación obsoleta y alejada de la realidad social. Hoy en día, ¿conviven diferentes generaciones dentro de esta supuesta tercera edad? ¿Cómo deberíamos reconsiderar este tema?
Sí, resulta cuando menos chocante que se hable y se constate cada vez más la heterogeneidad de las personas de más edad y que, al mismo tiempo, se siga utilizando una edad cronológica como criterio de demarcación de quiénes son las personas mayores. La verdad, dicho así tiene poco sentido. En efecto, dentro del grupo poblacional de quienes tienen 65 años o más se pueden distinguir distintas generaciones. Un ejemplo sencillo: hay personas en ese grupo etario que no son ni padres/madres ni abuelos/as, y que tampoco tienen hermanos y, por tanto, familiarmente solo han ocupado la posición de hijos/as. También podríamos hablar de dos personas de 70 años, una que sigue ocupada laboralmente y otra que no.
“La edad cronológica ha dejado de ser lo que era en el pasado”
La edad cronológica ha dejado de ser lo que era en el pasado; si queremos entender bien el alcance del factor tiempo en las vidas de las personas hoy día, como mínimo hay que hablar de edades, en plural, y no de una edad. Todas las personas pertenecemos a múltiples generaciones y tenemos múltiples edades. La cosa es más compleja que simplemente quedarnos con la fecha de nacimiento.
Desde finales del siglo XX y durante el siglo XXI vivimos una situación sin precedentes históricos: la convivencia de 3 y 4 generaciones durante el mismo período. ¿Qué retos nos plantea este fenómeno?
El reto fundamental es adquirir lo que podríamos llamar una ‘alfabetización intergeneracional’. Me refiero a incorporar la necesaria sensibilidad para reconocer la diversidad generacional que nos rodea, saber valorarla y, por último, actuar en consecuencia. La riqueza de la coexistencia multigeneracional actual puede ser enorme si aprendemos a ver en ella una oportunidad para ensanchar nuestro tiempo de vida. Con esto quiero decir que, además de la longevidad -que se centra en el alargamiento de ese tiempo-, la intergeneracionalidad -el cruce de generaciones- puede permitirnos, en un mismo momento de nuestras vidas, ampliar nuestros horizontes temporales.
¿Qué edad tiene un niño de 10 años que ha vivido la pérdida de su padre, convive con sus abuelos, se relaciona con las personas mayores del Centro de Día en el que trabaja su madre y acude a primer curso de ESO por sus altas capacidades, lo que le permite relacionarse con otros niños y niñas de 12 años? Estas experiencias de conexión intensas y múltiples con otras generaciones y tiempos suponen una gran riqueza, si sabemos aprovecharla.