Prohibido llorar por la muerte de tu parejaF. Armenteros

“Hay personas mayores LGTBI que se esconden para poder llorar a sus parejas fallecidas”

Federico Armenteros es el fundador y presidente de la Fundación 26 de Diciembre, entidad que en los próximos meses proyecta abrir la primera residencia LGTBI pública de España.

Es educador social, siendo nombrado Presidente honorífico del Consejo General de Educadoras y Educadores Sociales de España en el año 2009. Formó parte del Comité Ejecutivo de la Federación Estatal de Planificación familiar que abrió los primeros centros de planificación familiar dirigidos a jóvenes. 

En 2002 empezó a dirigir los programas de los centros de Protección de Menores no acompañados de la Comunidad de Madrid. En el año 1993, como Presidente de la Federación Estatal de Educadoras y Educadores Sociales, consiguió que los planes de estudio universitarios incorporasen la Educación Social como diplomatura.

Es experto en políticas de infancia, drogodependencias y VIH/SIDA. Ha escrito varios artículos sobre los mayores LGTBI, contribuyendo a visibilizar a este colectivo olvidado.

Desde el inicio de la crisis sanitaria provocada por la COVID19 no dejamos de escuchar que las personas más vulnerables ante esta situación son las personas mayores. ¿Cómo crees que están tratando esta situación los medios de comunicación? ¿Consideras que se está incurriendo en edadismo? ¿Por qué?

 

Desde el inicio del estado de alarma ha habido edadismo porque se ha tratado a las personas mayores desde el paternalismo, en lugar de hacerlo desde un cuidado más participativo. Todos tenemos derechos a que nos expliquen y a participar de la situación. 

Lo hemos visto en muchas residencias, en las que se trata a las personas mayores como a un número, sin voz ni derechos. Durante la emergencia sanitaria se decidió encerrar a las personas mayores en las residencias sin informar debidamente de las causas y las posibles consecuencias de la situación. Esto no se puede hacer. A cualquier persona, sea mayor o joven hay que darles explicaciones, acompañarlas y hacerlas partícipes, siempre respetando la dignidad, la edad y su estado. 

Tal y como sucede con la homofobia o el machismo, la gente no se reconoce como edadista, pero la realidad está ahí, y existen muchos ‘micro-edadismos’ que hemos asimilado durante nuestra vida. Y esto nos hace más vulnerables como personas mayores porque nos quitan derechos a estar informados y a decidir. 

Los medios de comunicación son una pieza clave en el paternalismo y el edadismo que estamos viendo. Continuamente oímos como se refieren a nosotros como “ancianos”, “tercera edad”, “abuelitos”, “nuestros mayores”… ¡Y no! Yo no soy de nadie, soy mío, y tengo el derecho de cuidar mi salud, pero para ello necesito información. 

Algunas televisiones y otros medios se han dedicado a mostrar y poner el acento en la beneficencia, en las largas colas para recoger barras de pan o el arroz, hablando una y otra vez del ‘buenismo’ de la gente. Y está muy bien la intención, pero lo que hay que hacer es hablar más de la necesidad real de justifica social y dar recursos a las personas vulnerables para que se administren ellas mismas, proporcionándoles también algo fundamental: dignidad. 

 

Por otro lado, las residencias/entorno residencial también han estado en el punto de mira desde el principio. ¿Qué opinas sobre el enfoque con el que se ha abordado la situación en estos espacios? 

 

Hay residencias que actúan con responsabilidad que tienen muy claro cómo llevar a cabo su función, y otras que son directamente empresas de producción, en las que lo que menos interesa es el bienestar de las personas, las tratan como a un producto. Cuando oyes los beneficios que reparten algunas residencias privadas entre los accionistas, te das cuenta del modelo que predomina, y deja mucho que desear. 

Pero estos casos no deben desmerecer a las que han dignificado este tipo de centros, las que se han comprometido como equipo a cuidar de todas las personas mayores. También es injusto que a las residencias no se las trate en muchos aspectos como a los centros sanitarios. Desde el reconocimiento a su labor, que se ha limitado sobre todo a los hospitales, a las condiciones contractuales del personal o los recursos con los que cuentan. 

Las residencias no se deberían entender como un negocio, sino como un equipamiento y un servicio clave para conseguir una sociedad más justa. Cuando nos planteemos qué modelo de residencias queremos, nos tenemos que preguntar si nos interesa la vida, y la calidad de vida de las personas, o el dinero. 

 

¿Qué impacto tendrá en la apertura de la primera residencia LGTBI pública de España? 

 

La próxima apertura de la primera residencia LGTBI pública de España será un punto de inflexión, un hito para el colectivo, pero también para la sociedad en su conjunto: vamos a ser los primeros en tener el derecho a elegir. Elegir quien nos cuida, y con quien queremos convivir.

Es un proyecto que quiere aportar un gran cambio y propone a la sociedad un modelo de residencia pública, abierta, participativa, que esté integrada en el barrio. Una alternativa de cuidado profesionalizado, respeto y acompañamiento en la que las personas LGTBI se sientan libres en todos los sentidos. 

Hace unas semanas vi un caso que ejemplifica la invisibilidad de las personas LGTBI y la necesidad de disponer de equipamientos y servicios dirigidos a nosotros. Fui al hospital a recoger a una persona mayor que había superado el COVID19. Estaba solo porque su pareja había fallecido – no había superado el virus – y me explicó que no lo había podido “ni llorar” para no mostrar delante del personal del hospital que eran pareja. Es muy duro no poder hacer el duelo y esconder un dolor tan grande. Uno lo vive como si estuviese prohibido llorar por la muerte de tu pareja.

Cuando vives situaciones como esta entiendes que muchas personas no le encuentren sentido a la vida y lleguen a pensar en el suicidio. Por eso creo que la residencia va a ser una ventana a través de la cual muchas personas van a poder respirar y ser ellas mismas. 

También es necesario que las normativas se pongan al día. Actualmente, se dedica más esfuerzo a, por ejemplo, estipular el número de perchas que debes poner en el armario, que a cómo se debe cuidar a las personas mayores. 

 

Sin duda el confinamiento ha llevado a muchas personas a sentir la soledad o la falta de relaciones de un modo más agudo que en toda su vida. ¿Qué crees podemos aprender como sociedad de esta experiencia? ¿Cómo crees que afectará al ámbito de la lucha contra la soledad en el futuro?

 

Esta crisis ha ayudado a visibilizar la soledad no deseada, una problemática que la sociedad no quiere ver. Un dato: solo en la Comunidad de Madrid hay más de 700.000 personas mayores de 80 años que viven solas. Si calculamos el número de personas LGTBI, son más de 70.000 personas. Y no podemos olvidar que después de la crisis estas cifras habrán aumentado, porque mucha gente ha perdido a su pareja. 

Aunque no todas estas personas sufran soledad no deseada, una parte considerable sí, y hay que hacer algo. La crisis del COVID19 ha hecho aflorar la problemática, pero no se está preparando ninguna intervención para ponerle solución.

 

Desde la Fundación 26 de Diciembre estáis apoyando a mayores LGTBI y ahora os habéis encontrado con situaciones especialmente difíciles. ¿Crees que esta crisis va a facilitar la visibilidad de la situación en la que se encuentran muchos mayores LGTBI?

 

Depende de los medios que tengamos para defender la dignidad de las personas LGTBI. Hasta que no dignificas a una persona, no se siente con ganas de participar y ser activa en la sociedad. Si no se les acompaña, van a seguir con ese rencor que ha ido creciendo en su interior durante su vida y de forma invisible. 

Es importante tener visibilidad, pero hay otras asignaturas pendientes. Desde el ámbito social todavía no se ha hecho un acto de desagravio contra la Ley de Peligrosidad Social instaurada en el franquismo. De hecho, ¡todavía no se ha abolido esta ley! Se ha derogado, que es como meterla en un cajón, con la posibilidad de volver a sacarla en cualquier momento. ¡Es como estar con la espada de Damocles! Imagínate, cualquier político puede abrir el cajón y ya la tenemos aquí otra vez… Recuerdo que Ana Botella, durante la candidatura de Madrid a la Olimpiadas, intentó recuperar la ley, en este caso para quitar a los ‘sintecho’ de las calles. No lo consiguió, pero es muy grave que esa posibilidad se pueda dar. 

Hay muchas personas mayores LGTBI que han vivido la dictadura, que han vivido toda su vida escondidas como ratas, y nadie las ha acompañado para hacer el necesario tránsito y decirles: ¡Que sois ciudadanos y ciudadanas! Todavía vivimos en una sociedad hetero-patriarcal, en la que los valores heteros y el amor romántico nos impregna a todos y todas. Si no trabajamos en otro modelo, en una sociedad diversa e integradora, seguiremos igual. 

Y para ello necesitamos disponer de equipamientos que nos empoderen como personas. Los mayores LGTBI no vamos a los centros que existen en la actualidad, porque no nos vemos representados, no nos sentimos comprendidos. Un simple ejemplo lo encontramos en las fotos que hay en estos centros. Parejas, siempre heterosexuales, divinas, como si no pasaran los años para estas personas. 

Nos están privando de un derecho. Durante la dictadura se hicieron ‘granjas’ para aislarnos porque éramos un ‘peligro’, y ahora que vivimos en libertad y en democracia, ¿no podemos tener centros específicos para personas mayores LGTBI en los que no tengamos que escondernos? 

Estamos hablando con el Ayuntamiento de Madrid para impulsar un Centro Municipal de Mayores especializado en LGTBI, para trabajar en la inclusión. Lograr una iniciativa como esta ayudaría mucho a la hora de normalizar la situación. 

Otro ejemplo del camino que nos queda por recorrer: desde la fundación nos cuesta horrores realizar talleres sobre diversidad en los centros de mayores, e incluso tenemos que escuchar comentarios homófobos en muchas ocasiones. 

Con respecto a la visibilidad, durante el COVID se ha hablado de las personas mayores que están peor, y se han invisibilizado las historias de personas activas, que dan charlas y dominan las nuevas tecnologías. Se prefiere potenciar los estigmas y los prejuicios de las personas mayores. Y si hablamos de las personas mayores LGTBI, la presencia en medios no es tan frecuente. Y fíjate que somos un colectivo que hemos tenido que luchar contra situaciones similares a la que provoca el COVID, como sucedió con el VIH. 

Llevamos muchos años trabajando para visibilizar a los invisibles, y a pesar de los avances, nos queda mucho trabajo por delante.

 

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